Antes de leer la publicación, nos gustaría que reflexionarais sobre la siguiente pregunta: «¿Es el autocastigo la solución?»

Seguimos creyendo que lo idílico es ser perfectos, y que ser el deportista perfecto, el papá perfecto o la estudiante perfecta conlleva a no cometer ningún error, y ahí esta el problema, nos machacamos durante mucho tiempo recordándonos el fallo cometido, echándonos la culpa por haber tomado esa decisión o haber actuado de cierta manera, y no nos perdonamos por mucho que pase el tiempo.
La culpa es una de las emociones más dañinas para el ser humano, con ella conseguimos quedarnos estancados en ese error, por muy grande o pequeño que sea, sin avanzar, castigándonos, interpretándolo como fracaso absoluto, dándole tantas vueltas que acaba disminuyendo nuestra autoestima, reflejada en pensamientos como: «Dime tu para que hago eso, es que soy estúpida» «Menudo golpe he hecho, soy muy malo, así no hay quien vaya a quererme en su equipo» «Como siga así, fracaso seguro«, «No se me da bien, creo que me lo voy a dejar«… Mermando así la imagen que tienen de nosotros mismos.
Así que no, el autocastigo no es la solución, porque no conseguimos que la acción realizada o la decisión tomada desaparezca, y tampoco nos permite avanzar.
Lo primero que debemos hacer entonces es sustituir la culpa por la responsabilidad, en lugar de «que mal lo he hecho» cambiar a «soy el responsable de lo que acaba de pasar, voy a hacer todo lo que esté en mis manos para revertirlo». Con este cambio, pondremos nuestro foco en el futuro, en buscar soluciones, pero no acaba aquí, tenemos que ser tolerantes con nosotros mismos, saber pedirnos perdón, para sentirnos libres y fuertes, gozar de una buena salud mental, y poder observar dónde ha estado nuestro fallo, y qué vamos a hacer para mejorar.